Hacer con letra pequeña. Un modo de habitar el silencio, por Joaquín Artime




¿Existen hoy estructuras culturales? ¿Cuáles son? ¿Se pueden enunciar? ¿El museo es una de ellas? ¿Qué tipo de cultura generan los museos? ¿Nuestros discursos dependen de ellos? Y nuestras prácticas, ¿están fuera de la institución? ¿Frente o enfrentadas? ¿Al lado o alternativas? ¿Se puede crear institución sin ser institución? ¿Somos institución?; ¿formamos parte de ellas? ¿Es posible edificar nuevos espacios? ¿Cómo? ¿Cómo hacer que funcionen? ¿Cómo mantenerlos? ¿Por qué mantenerlos? ¿Por qué muchos no se prolongan en el tiempo?, ¿se queman sus productores? ¿La duración es sinónimo de éxito? ¿Y el éxito, qué es?, ¿se vincula a una realización personal o profesional? ¿Ambas? ¿Se diferencian?, ¿en qué? Y si hablamos de lo profesional y lo amateur, ¿es aconsejable huir de uno de estos términos? ¿De cuál? ¿Por qué? ¿Por qué huir?, ¿por qué resistir? ¿Qué es la resistencia? ¿Cuánto se puede resistir? ¿Cuándo hay que abandonar?

¿Hacer o no hacer? De nuevo, ¿cómo? ¿Trabajando con gente cercana quizá?, ¿es una solución, un requisito, una necesidad o una comodidad? ¿Cuán importante es el encuentro? ¿El encuentro con quién?, ¿con los amigos? ¿Y cómo trabajar con amigos?, ¿qué criterios emplear? ¿Cómo evitar que los afectos no determinen con quién colaboras? ¿Y qué hacer? ¿Qué desarrollar? ¿Por qué apostar? ¿Desde dónde ocuparse? ¿Dónde mostrar? ¿Qué mostrar? ¿En qué formato? ¿Bajo qué estrategia? ¿Mostrar a quién? ¿Qué público? ¿El público eres tú, como creador y consumidor? Piénsalo otra vez: ¿De verdad sabes quién eres y cómo han de actuar los otros agentes? ¿Sabes cómo aprendes las cosas? ¿Cómo las replicas? Di, ¿actúas por inercia?

Mi pretensión no es dar respuesta a todas estas preguntas, sino trasladar el sobrecogimiento que causan. Si en un primer término, antes de afrontar las mesas redondas, mi inquietud procedía de cierta incapacidad para explicar de forma teórica las motivaciones de una de mis prácticas, durante los días en que establecimos los diálogos, tanto de cara al público, en TEA, como tomando una cerveza, fuera, las cosas no mejoraron. A mis dudas personales se sumaron las de los otros. Interrogantes que no obtuvieron respuesta unánime ni concluyente.

Tal vez unas de las claves de las jornadas fue la cuestión que nos lanzó Lola Barrena: Pregúntate por qué haces lo que haces. Contestarla no fue tan fácil como debiera. Sobre todo, porque en el ejercicio había un condicionante: Se nos pidió que eludiésemos mencionar qué hacíamos. Evidentemente nos fue imposible. Lo que hacemos es consustancial a por qué lo hacemos. No se puede entender una cosa sin la otra, de lo contrario, se produce una ruptura, un sesgo, que elimina el estímulo interno que empuja a hacer.

Lo que me trae aquí es la dirección de Papel Engomado[1], una autopublicación cuyo contenedor es una cajetilla de tabaco. Esta revista-objeto de piezas ensambladas funciona a modo de exposición portátil. El fanzine surgió como respuesta a la falta de medios y a la escasa proyección que nos ofrecía un espacio artístico con el que, como creadores, habíamos soñado. Pensábamos que se establecería en nuestras carreras como punto de inflexión, sin embargo, tras varios meses de residencia, no ocurría nada. Asfixiado por los recortes, el centro se había quedado sin partida presupuestaria y sin plan para nosotros. El desencanto nos obligó a mover ficha. Decididos a no conformarnos con el vacío, aunamos fuerzas y obramos en colectivo, sin demandas ni heroísmos. Usamos lo único que estaba a nuestro servicio, una fotocopiadora, con el anhelo de quebrar el silencio.

El primer fanzine que vio la luz ironizaba sobre las dificultades con que nos veíamos, como artistas jóvenes en la escena canaria, para hallar un lugar donde exponer nuestro trabajo. Este número se presentó por primera vez en La Regenta (origen de nuestro desencanto, motor de nuestro apremio). Nuestra idea no consistía en dinamitar la relación con el centro, evidenciar sus carencias, revelarnos e ir en contra, sino justo lo contrario, valernos de lo que ya había, buscar un resquicio, colarnos y construir allí donde percibíamos una ausencia. Desde entonces, las presentaciones se han vinculado a espacios culturales de muy distinta índole. Espacios públicos o privados. Instituciones o asociaciones independientes. Lo que les une a todas es su interés por el arte, su esfuerzo por mantener una actividad cultural y su apoyo a lo frágil y pequeño.

Aunque esta fue una decisión que tomamos en grupo, en mi vida profesional siempre he actuado del mismo modo. Cuando no accedo a un circuito artístico, analizo las razones que suscita este hecho, estudio qué puedo mejorar desde mi posición, preparo una estrategia de inserción e implemento. El propósito no es impulsar una labor paralela a la ya existente, sino sumar esa actividad a la que ya está en marcha. Como respuesta a la necesidad de generar puntos de encuentro donde compartir ideas, enseñando de primera mano, estableciendo redes que retroalimentan como práctica de ampliación.

Para ello es fundamental saber rodearse. Desde Papel Engomado siempre hemos querido contar con creadores que se encuentran a nuestro alcance. Artistas, de pronta o mediana carrera, que no terminan de hallar visibilidad. Nuestro objetivo es ofrecerles una micro-plataforma de visibilización al detectar que no hay una representación amplia del hacer actual en instituciones, medios y galerías. Se está ocultando parte de la creación contemporánea, no llegan las propuestas de aquellos que llevan años produciendo y exponiendo pero que sin embargo no han tenido el golpe de suerte indispensable para catapultar su carrera.

Nosotros nos planteamos proporcionar un espacio donde estos creadores puedan desarrollar un proyecto propio y portátil. En cada número, un artista asume el rol de director, eligiendo y transformando los temas y contenidos a manejar. Para ello, se pone en contacto con otros autores, noveles o consagrados. Éstos a su vez producen una pieza relacionada con los conceptos designados. Buscamos el coloquio, el intercambio, con la finalidad de registrarlo, no como acontecimiento que pasó por nuestras cabezas, sino como huella de aquello que nos preocupa. De este modo obtenemos conversaciones de papel y pliegue.

No creemos ni en el miedo ni en la vergüenza. De hecho, hemos comprobado que cuando se toca a la puerta de alguien que no conoces, si justificas el interés que te produce su trabajo y las motivaciones que te han hecho contar con él (resaltando las consonancias), normalmente responden de forma positiva. Esto produce un afianzamiento del que todos salimos beneficiados. Nos ofrece la oportunidad de aprender de quienes tienen experiencia, valiéndonos de nuevos métodos a poner en práctica sugeridos por los más jóvenes.

Con los años, hemos convertido en un requisito hallar el modo de hacer sostenible un proyecto en el que se invierten enormes cantidades de tiempo, trabajo y afecto. El entusiasmo no puede mantener nuestra propuesta. A fin de cuentas, hemos de sacar una productividad a nuestra profesión, la única recompensa no ha de ser el reconocimiento o el prestigio. Ya que movemos contenidos conceptuales y sociales, como manera de denunciar esa precariedad que se produce desde las instituciones, también hemos de generar una sostenibilidad que suponga una dignidad para quienes los estamos llevando a cabo. Me aterroriza caer en el fervor personal como elemento que sustenta una iniciativa cultural. Por eso es fundamental que el observador, el que se identifica y consume, reconozca el valor de aquello y lo apoye de una manera significativa con una aportación económica que no le suponga un gran esfuerzo, pero que para nosotros, con la suma de diversos micro-pagos, sí suponga una continuidad de nuestra labor.

Nos gusta pensar que ayudamos en pequeñas dosis a la democratización de la cultura, facilitando su acercamiento y la adquisición de obras. Cualquiera se puede llevar a casa un conjunto de piezas seriadas de artistas cuyas ideas queremos subrayar. No hablamos sólo del acceso al pensamiento, sino también de la posibilidad de poseer arte, destruyendo normas e ideas sobre quienes puede tener y consumir piezas artísticas. Queremos lanzar un mensaje alto y claro, en el cual el comprador/lector/espectador entienda que acercarse es sencillo, dinámico e incluso lúdico.

Con lo que recaudamos, pretendemos cubrir gastos, pagando la producción del número. De momento, nuestros pagos se quedan en la esfera de lo simbólico, aunque tratamos de generar una praxis que, pese a su dimensión, tiende a contemplar la figura del artista y a dar valor a su trabajo. Es importante que estas prácticas se lleven a cabo en cualquier ámbito, independientemente de su escala. Esta es una forma de criticar el sistema. Quizá no del todo eficaz, pero no cabe duda que se compromete con un planteamiento y unas líneas de trabajo que creemos se deberían dar siempre.

Reconocemos en nuestro posicionamiento la necesidad de generar nuevas sinergias y dinámicas dentro un sector que vive cierta obsolescencia. Si no nos convence lo que hay, debemos mejorarlo desde la propuesta, no desde la denuncia. Los proyectos que nacen de esta postura suponen un revulsivo, tratando cuestiones como la accesibilidad al conocimiento o la exigencia de repensar temas y contextos.

Sin olvidar que la vinculación emocional es imprescindible para entender el entusiasmo por un propósito, una idea, una aspiración íntima, propia. En mi caso, el haber sido testigo y partícipe del origen de Papel Engomado, el haber estado ahí en su evolución, ha supuesto la consolidación de un convencimiento, adquiriendo un compromiso con fundamentos y personas, con formas y conceptos. Y pese a haber atravesado múltiples crisis, donde he estado a punto de echar la toalla, cada vez que reviso los trece números que han salido hasta ahora, recupero lo que me han aportado a nivel personal. Lo aprendido al lado de otros, eso engancha. Me recuerda el fin. Me insufla espíritu, deseo, necesidad, urgencia.

A veces me cuestiono qué provocó la salida de los otros fundadores. Por qué se desvincularon. Si lo pienso, sé que uno de los detonantes fue la separación territorial (al tercer año, los que nos habíamos quedado, vivíamos en ciudades distintas, separadas por el mar, eso provocó una distancia de trabajo y apego), aunque también lo conecto con haber abierto el proyecto a otros directores, otros artistas; con la pérdida de presencia, con el ego y el exceso de trabajo.

Esto me impulsa a buscar ese componente que no funciona: El planteamiento, la difusión, el protagonismo del equipo. En ocasiones me pregunto si el proyecto continúa por terquedad mía, incluso de dónde surge este compromiso que me cuesta muchísimo tiempo libre. Tengo la convicción de que las cosas se pueden hacer mejor. Ese es uno de los motivos por los cuales se ha ido introduciendo en el equipo a diferentes personas, para poner en crisis el modo de trabajo anterior, para encontrar nuevos caminos, para que avanzar con el método de ensayo y error no suponga tanto sacrificio.

Durante las jornadas de conectores, me hubiese gustado sumergirme en el funcionamiento interno de los otros proyectos, para detectar fallas y aplicar mejoras en el mío. Por cuestiones de temas y de tiempos, no se pudo profundizar en ello. Por eso cuento este relato. Una manera de tantas de crear desde el borde. Sin el afán de ser didáctico ni ejemplarizante. Pues Papel Engomado nunca ha anhelado ser referente ni estar en el punto de mira. No posee pretensiones, al no ser que compartir impresiones sea una pretensión. Asume su responsabilidad en el proceso y acepta que muy probablemente se esté equivocando. Pero la palabra y las ganas le son inherentes. Por eso, desde una cajetilla de tabaco, alzamos una voz que interrumpa el silencio, aunque sea con letra pequeña, aunque sea en formato de bolsillo.



[1] Papel Engomado ve la luz en mayo de 2012 en las residencias artísticas del Centro de Producción de Artes Visuales del Centro de Arte La Regenta (Las Palmas de Gran Canaria). Los fundadores fuimos: Rosa Mesa, José Juan Torres, Adassa Santana, Josefran Santana, Roberto Canedo y yo. En 2014 la revista se edita de forma simultanea desde varias ciudades: Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria y Valencia. En 2015 asumo la dirección y la producción, en su totalidad, se traslada a Valencia. Actualmente, soy el único fundador que continúa en el proyecto. El equipo editorial se ha renovado con la presencia de las artistas Estefanía Salas, M Reme Silvestre.

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