El artista sumergido, por Joaquín Artime

La juventud, vinculada a la energía, el vigor y la frescura, es un período de descubrimiento vital –de precipitación y ensayo– que acaba convirtiéndose en un lodazal de frustración para todo el que quiere emprender. No hay metas, han sido arrebatadas. Apenas queda lugar para las nuevas generaciones mientras unos pocos se mantienen en medio del seísmo, con el propósito de no caer.

Las noticias llegan con desgarradora decepción. El mundo se congela. Se agarrota, desgarra y recorta. Malos momentos para la cultura, que se reduce a ocio prescindible. Malos momentos para el joven creador, que bajo tanto diluvio no ve la posibilidad de emerger. El tiempo se dilata en un espacio oculto que habla de profundidades cenagosas, sombras, y actitudes ante el eterno desconocimiento de lo que va a suceder.

Joaquín Artime

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