Editorial

La erección de la cultura

Cuando uno es joven resulta fácil que el cuerpo responda con inmediatez a los estímulos. La excitación precede a la erección. Erigirse, hoy en día, es un ejercicio estéril. Los intentos de buscar un lugar en el mundo no producen más que abortos.

 La cultura se ha deformado bajo las especulaciones de un mercado que dicta cómo bailar su danza macabra. Los recortes han mutilado la maltrecha salud de un cuerpo ya de por sí herido. No cabe sino reformular la cuestión y preguntarnos en dónde nos hemos perdido, aunque para ello debamos echar la vista atrás, muy lejos, allá en el origen, pues incluso las obras clásicas han perdido su valor conceptual eclipsadas por un valor icónico, monetario, sin sentido. El arte se ha convertido en una farsa, en un espectáculo casposo digno de tener un reality show, un marchante personal, un paseo de billete y fama. Ya no queda sino mirar hacia el espacio privado y en él levantar un museo digno, propio.

O por el contrario seguir adelante, sin armas, con el vigor de la juventud como única protección ante un virus corrupto, invisible. Con afán imbatible.

Joaquín Artime

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