no te quedes en blanco






Agradecimientos a
Ángela Trujillo,
Alejandro Concepción,
 Javier Afonso,
 Gustavo Castañeda
 y Arantxa del Pino

Hace cerca de un año Ángela se despertó después de haber tenido un sueño fascinante. Sin pensarlo, cogió el teléfono y me envío un sms. En él escribió lo que recordaba: Andábamos los dos por las calles de La Laguna repartiendo folios con chistes, acertijos y cuentos. Los dejábamos en los bancos, en los árboles y la gente se acercaba a mirar. Cada vez eran más los que se sumaban a la risa de las palabras del buen humor.

A mí me pareció una manera espectacular de pasar la noche en otro mundo, un mundo mejor. Ni corto ni perezoso le aseguré que tenía muchísima suerte de poder dormir así. Ella, contrariada, me contestó que no, no le bastaba con soñarlo, quería llevarlo a cabo. Y fue en ese preciso instante cuando se introdujo en mis venas el germen de este proyecto.

Con el paso de los meses la idea se disipó, nunca parecía llegar el momento adecuado para emprender la aventura. Poco a poco se desvanecieron las ganas en la absurdez de las tareas cotidianas. Era como si tuviésemos tiempo para todo, aunque todo fuese menos importante. Así pasó el verano, llegó el otoño y la amenaza del invierno. Yo seguía dándole vueltas a aquel sueño, no lo perdía de vista, como si fuese propio, como si fuese mío.

Ya en el undécimo mes llegó a mis oídos que la tarde del 26 de noviembre se celebraba la lagunera Noche en Blanco. Una noche en la que los espacios culturales de la ciudad se mantenían abiertos hasta altas horas de la madrugada, donde se desarrollaban múltiples actividades lúdicas y educativas, entre ellas: conciertos, pasacalles, cursos, talleres, visitas guiadas. Se perfiló entonces como la fecha oportuna, apenas quedaban dos semanas para prepararnos.

Avisé a Ángela. Para mi sorpresa ésta me dijo que, lamentándolo mucho, no iba a poder ayudarme. Si quería, lo podía hacer, pero solo. Pensé que si no era con ella no tenía sentido. También pensé que si no lo hacía entonces no lo haría nunca. Le pegué el toque a otra amiga. Laura también tenía otros planes. Me quedé absolutamente deshinchado. No pretendía hacerlo en solitario, sin embargo, se abría ante mí una nueva oportunidad.

Hacía mucho que quería reformar éste, mi blog de artista, porque de pronto la creación literaria lo había invadido todo. Resultaba difícil encontrar los cuadros o las exposiciones entre tanto microrrelato y, después de dos intensos años, ya estaba cansado. Borrarlos de la red y liberarlos en la calle de pronto se me antojó como la mejor de las opciones. Así podría dotarlos de una nueva vida. Lejos de sumergirse en el olvido, mis textos emprenderían un viaje inesperado, encontrarían un nuevo medio, un nuevo destinatario y, tal vez, adquirirían un nuevo mensaje.

Recopilé de todas las secciones todos los escritos: microrrelatos, cuentos, poesías, ensayos, preguntas, citas. Según los imprimía los borraba del blog. El trabajo fue arduo. Con distintos tamaños, tipografías y folios, al final quedó un curioso mosaico del cual formaban parte más de cuatrocientos fragmentos. Salvo las citas de otros autores, los textos no estaban firmados, eran libres, no pertenecían a nadie salvo a sí mismos. En esta parte del proceso ya contaba con la ayuda de Ale. Luego contacté con Javi, para que documentase con fotografías y vídeo la acción en la calle.

La tarde del 26 de noviembre quedamos los tres a las 17 h. Recuerdo que el primer texto lo coloqué en el pozo del Convento de Santo Domingo, era un poema de Sylvia Plath: “Lady Lazarus”. Después, el bombardeo no tuvo lugar para la reflexión. Pegábamos papeles en todos sitios, los abandonábamos en medio del barullo de unas calles repletas de gente. No había tiempo para comprobar si el público potencial se acercaba, si los leía.

Cabe decir que no éramos discretos. Dos tíos que torpemente fijan papeles en bancos y paredes seguidos por otro con una cámara en la mano no necesariamente pasan desapercibidos. A eso de las 19 h. Ángela y Jhonny nos sorprendieron al unirse con una selección propia de cuentos cortos, refranes y chistes. Los cinco nos metimos en museos, tiendas, bares, salas, plazas, kioscos. Pegamos papeles en todo aquello que se nos ocurrió. A veces la gente nos perseguía, incluso algunos nos preguntaban: ¿Por qué hacen esto? ¿Quiénes son? Nosotros callábamos con una sonrisa.

Cuando llegó Arantxa, Ángela se la llevó de tiendas. Juntas metieron trozos de folio en bolsos, bolsillos de chaqueta y pantalón, en las maletas de los niños, en los estantes de los jerséis. No primaba cuándo se descubriese el texto, primaba que llegase cuando tuviese que llegar.

Después de cuatro intensas horas de ejercicio catártico, yo me había deshecho de todas mis excrecencias literarias, de mis despojos del dolor. Al volver a pasar por las mismas calles, comprobaba que algunos escritos ya no estaban. No sabía si habían sido destruidos, si alguien había decidido quedárselos, si habían trascendido. Ni importaba. No hubo resultado ni repercusión. Fuimos anónimos. Nos sentimos grandes.

Ahora, con motivo del Día del Libro, recupero esa vieja acción, expongo el proceso, junto las frases y reconstruyo un espacio propio para aquella parte de mí que siempre lo mereció:



Comentarios

  1. Estoy trabajando en un vídeo que recopile de una forma más completa este “no te quedes en blanco”.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario