Como los dedos de la mano

Si pienso en mi tía, me vienen dos flashbacks claros. El primero responde a mi infancia. Ella me fascinaba por su vitalidad, por las ganas de disfrutar de todo. Dibujaba. Tomaba el sol. En el agua se quitaba la parte de arriba del bañador. Daba paseos con sus perras por la montaña. No actuaba como los adultos, más bien parecía una niña con mucha edad. Estar un día en su vida era algo maravilloso. Pasar un fin de semana en su casa ya no tenía nombre. Cómo nos divertíamos.

El segundo responde a mi adolescencia, cuando en el salón de mi casa pasábamos largos ratos hablando de literatura, cine y pintura. Sin prejuicios. De tú a tú. Rara vez me dijo que yo aún era demasiado joven para entender según qué cosas. Y aún así, nunca dejé de sentirme valorado. De repente mi opinión contaba, y sentía que tenía mucho que decir.

No sé exactamente cuándo empezó a traerme sus acuarelas para que las viese, para compartirlas conmigo. Yo le solía aconsejar (y aún lo hago): cambia tal color, me gusta tal mancha, por qué no oscureces esto, aclara lo otro. Y mi tía asentía, como si yo verbalizase algo que ella era capaz de intuir pero no de identificar.

Sus paisajes. Sus árboles. Sus flores. Sus composiciones vegetales. Algún bodegón. Todos pasaron por mi ojo crítico, con el único ánimo de hablar de lo suyo conmigo. Yo los analizaba desde lo que eran, producto de su autodidactismo. Y en mis observaciones trataba de abrirle nuevos caminos que indagar.

Ahora se enfrenta a una exposición, y lo hace desde la mejor de las perspectivas. Ha decidido mostrar su modesta evolución, desde que comenzó hace tanto, cuando apenas contaba con diez años, hasta ahora. Las láminas, la mayoría de pequeño formato, las acompaña de unos textos que han salido de su vocecilla interior. La de la niña que aún vive dentro.

He sido testigo de todo el proceso. Y lo he vivido con muchísima ilusión. Ella me diría: ¿No vas a ser testigo? ¡Si por ti estoy haciendo esta exposición! La verdad, yo no recuerdo habérselo propuesto, aunque no me extraña que la idea saliese de mí. Sí, su obra es pequeña, humilde, pero está llena de savia, dedicación. Además, exponer es toda una aventura, y ¿por qué no se iba a dar ella el placer de vivirla?

En cualquier caso, para mí, lo más importante no es que hoy se inaugure el trabajo que la ha tenido tan ocupada durante los últimos meses; lo más importante ha sido el proceso, el haber podido disfrutar de todo el entusiasmo que le ha generado.


Como los dedos de la mano de Montserrat Pinilla se inaugura el lunes 6 de Junio a las 17 h. en el Centro Multifuncional del Tranvía (Avenida Los Menceyes con Calle Abreu y Valdés, 1. La Cuesta).

La muestra estará abierta hasta el 10 de Junio de 10.00 a 13.00 h. y de 17.00 a 21.00 h.

Comentarios