Para siempre

Cuando alguien acude a mis exposiciones, es habitual que, además de contemplar los cuadros, pueda leer los microrrelatos que los acompañan, gracias a un libreto que se encuentra en la sala. Evito que el texto se exhiba en la pared por dos motivos. Para que el público no se equivoque y crea que la obra pictórica es una ilustración del lenguaje escrito, cuando más bien es lo contrario. Y para que no estorbe visualmente a quien sólo quiere ver la pintura (aunque viene siendo la primera explicación la de mayor peso).
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Los libretos, sinceramente, no son nada del otro mundo. Se caracterizan por su sencillez. En ellos se recoge el texto que justifica la muestra, siempre escrito por una mano entendida en la materia. El currículum, para informar a quien lo desee. Y los microrrelatos, siguiendo el riguroso orden de la exposición. No hay pérdida. Cada vez que el visitante pase de imagen, sólo ha de pasar la página para leer el microrrelato correspondiente.
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A pocas horas de clausurarse mi última exposición, fui con una amiga. Ella, todo nervio y emoción, se abandonó a donde mi obra fue capaz de transportarla. Se agitaba entre el asombro y la expectación. Señalando una arruga, un pie, una argolla. Apuntando qué sensaciones la invadían, qué imágenes mentales iba construyendo. Siendo crítica con éste o aquél. Elogiando lo que más le gustaba. Las pestañas, las princesas, los labios, la nostalgia, la pena, la tristeza, los fragmentos. Descifraba contenidos. Levantaba historias.
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Para mí, es la espectadora ideal. Más preocupada en hacerme saber qué es lo que está viendo por primera vez, que en empeñarse en saber cuáles son mis intenciones. Ese acercamiento libre de pretensiones, le otorga vida a la obra, le ofrece una oportunidad por sí misma, sin prejuicios ni suposiciones. Y me ofrece la ocasión de descubrir aspectos nuevos, enriqueciéndome como persona y como artista.
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La magia se quebró cuando al llegar a Tempo –uno de los cuadros– descubrí que en el libreto su microrrelato había desaparecido. No podía creerlo. No sabía qué pensar. Me habían arrancado una hoja. Me sentí asaltado, enajenado, ofendido.
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Vaya, me dijo ella, puedes sentirte completamente orgulloso. A alguien le gustó tanto, que no pudo más que llevárselo. Lo pensé y me reí. Estaba en lo cierto. Si mi ladrón sintió un irrefrenable deseo, si se vio identificado, si se lo llevó con la idea de disfrutarlo para siempre –curiosamente, el título del microrrelato en cuestión–, estaba más que justificado. Además, a esas alturas, no tenía importancia, con casi total seguridad, después de nosotros, nadie más leería el dossier.
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Al final, me pareció entrañable. Aunque, para mi próxima exposición, sólo espero que a todo aquél que le dé un arrebato de posesión ilícita, no se le ocurra llevarse un cuadro.
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Comentarios

  1. Jajajajajajajaja. Yo también lo espero. Durante mucho tiempo he sido "ladrona" de arte. Lo que pasa es que no era tan bestia como para arrancar de cuajo una obra y llevármela tan pancha. Hay muchas formas de robar y lo mío era la memorización o boli y papel. Tal vez podrías fabricar unos cuantos libretos y regalarlos o venderlos. Así nadie te los "robaría", la gente lo podría disfrutar durante mucho tiempo y hasta podrías sacarte un dinero. A lo mejor esto que digo es una tontería y las cosas no funcionan así, pero si tienes éxito, además de como pintor como escritor, ¿por qué no?

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  2. Jejeje. Hombre, yo no considero que el libreto sea una obra de arte. Y dudo que los microrrelatos lleguen a serlo. No sé. El caso es que suelo hacer sólo dos libretos, porque luego se mueren de la risa en la exposición, y una vez termina, me los quedo (aunque por último los regalo con dedicatorias a quien quiera poseer las historias). Sí, el día de la inauguración la gente se pega por ellos, pero luego, a duras penas lo tocan tres personas (o eso creo).

    Durante un tiempo, traté de comercializar mis catálogos (donde recojo la obra completa, el cuadro y el microrrelato), los vendía por tres míseros euros (con eso no recuperaba sino la mitad del dinero invertido) y no los vendía!!! En tiempos de crisis la peña es muy remolona. Así que... No sé cuál es la solución. Ojalá lo supiese.

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  3. joooooo, si lose lo robo yop, y asi no tenia q pedirtelo, jejejejeejej

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