Borracho de ternura

Me emborraché de ternura, paz y deseo. Al salir de la cantina, mis pasos se perdieron en el horizonte, siguiendo los adoquines de la ciudad de los sueños. Un diablo azul, repleto de escamas plateadas, se plantó en medio del camino. Pregunté qué buscaba. Me aseguró no ser un diablo, sino un dragón. Yo, que para ese entonces no distinguía la diferencia entre un hada y una culebra, le di la razón, evitando cualquier tipo de reyerta. Me pidió que me subiese a su lomo, y lo hice. De una patada, el muy bestia, dejó atrás mi tierra. Cuando ya estábamos volando sobre el océano polar, empecé a creerme eso de que no era un diablo y sí un dragón. ¿Adónde me llevas?, quise saber. Lejos de aquí, hacia las estrellas, comunicó él. Bueno, no tenía sitio mejor donde pasar la resaca, así que me tumbé sobre su espalda.
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Contemplaba el universo, mientras el viento se escurría entre mis dedos, cuando de pronto, el dragón paró de golpe. ¿Qué haces?, me preocupé. Presentarte a la presa de la Luna, me dijo él. En efecto, una pulga redonda y triste, ataviada con un lúgubre paño de rayas negras estaba encadenada a un grillete. Me saludó compungida. Yo, harto de tanto aspaviento, le solté la cadena y la invité a un trago de tequila. Eurípides, que así se llamaba el dragón, consideraba que lo que estábamos haciendo, a esas alturas, era una auténtica demencia; pero llenos de grandes argumentos y buen humor, logramos hacerle beber un trago. Ahí comenzaron nuestros problemas. Y... Y... Bueno, en resumidas cuentas, porque tampoco recuerdo mucho, viajamos de aquí para allá, acosando a las luciérnagas. Cantamos a los cometas, bailamos sobre los anillos de Saturno. Recitamos versos y chistes. Brindamos por la vida de las cigüeñas.
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Cuando desperté en mi cama, con tremendísimo dolor de cabeza, vi una nube, semi desnuda, al otro lado del colchón. Al parecer, me casé con ella. Lo que a nadie sorprendió, porque me tenían por impetuoso y vividor. Ahora, que me quedase con ella, eso sí creó revuelo, pero sólo porque nadie admite que el alcohol desinhibe al corazón de raciocinios. Eso, y que todavía no han probado los estofados de mi Niebla.
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Comentarios

  1. oiiiissshhh los estofados de tu niebla... me encantó jajajaja, me lo he pasado muy bien leyéndolo... y la imagen le viene al pelo... o al aire, no sé...
    genial!!

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