
El espejo me devuelve una imagen que no es mía. Como si al otro lado se escondiese un mundo de sombras, de seres translúcidos, de alcobas oscuras, de pánico, horror y niebla. Me contemplo, absorto en unos rasgos anónimos. Se dilatan, contraen y desdibujan, formando la cadavérica presencia que aguarda impaciente el minuto adecuado, enmascarada en los harapos de la parca.
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Hoy veo el futuro ante mis ojos, y deseo que de su trampa especular nunca salga.
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