La Identidad Invisible (Un primer acercamiento), por Adriana Suárez Medina

Vivimos una época en la que los modelos de identidad, al menos en las sociedades occidentales, ya no emanan sólo de los paradigmas filosóficos, ideológicos o religiosos, sino que están claramente marcados por la omnipresente acción comunicativa de los mass–media.

Los diferentes medios de comunicación pública: cine, televisión, moda, internet, prensa, etc.; actúan como intermediarios de un ininterrumpido flujo de modelos de mujeres y varones. Dicho flujo se traduce en imágenes estereotipadas que pasan a tener relevancia social.

La industria de la publicidad se ha convertido en una de las más importantes fuentes, si no la más, de renovación de los modelos estéticos, en su búsqueda de imágenes atractivas con que alcanzar su objetivo esencial: el estímulo del consumo. En muchos casos, estos modelos estéticos acaban incorporándose al imaginario colectivo y adquiriendo influencia en la construcción de las identidades sociales, un proceso que es bien visible en el caso específico de las imágenes sobre la mujer o lo femenino.

Otro fenómeno importante es internet. Un espacio de libre circulación de opiniones e ideas que amplifica la difusión de los modelos icónicos. Si bien diversos grupos feministas han hecho de este espacio su principal arma alegando la facilidad de acceso a la información, el número de páginas dedicadas al sexo (mujer complaciente) y a conductas totalmente contrarias a los valores feministas es abrumadamente mayor.

De hecho, en las últimas décadas del siglo XX, la imagen de la mujer se ha situado en un punto detensión entre fuerzas divergentes: por una parte, los movimientos sociales que, desde un feminismo más o menos militante, apuntan a la normalización social de la igualdad de géneros. Por otra, la acción de la maquinaria de consumo, que insiste en la instrumentalización de los estereotipos sobre lo femenino como un mecanismo efectivo de aliento al consumo. Las representaciones artísticas de la mujer se encuentran en un estado de colisión entre estos dos modelos. Desde la órbita de los mass–media, los modelos más extendidos suelen escorar hacia el uso de las imágenes tópicas de la mujer, tanto si se la concibe como consumidora (como target u objetivo de la acción comunicativa) o como objeto de deseo (empleando su imagen para incentivar el consumo). Así, se perpetúan los estereotipos que reducen a la mujer al espacio doméstico, a su papel como sujeto pasivo (acompañante del varón) o bien a su función como mero objeto de deseo. Por el contrario, la imagen más habitual de lo masculino sigue predominando en ámbitos no domésticos y ejerce un rol protagonista, activo.

Estas construcciones culturales de género conforman el patrón de comportamiento predefinido que se espera de un individuo, que en el caso de las mujeres suele estar relegado al ámbito doméstico mientras que en los varones se desarrolla en la esfera pública.

En el contexto de esa habitual instrumentalización de la imagen de la mujer, se produce una estetización de esos estereotipos, que tienden a convertirse en modelos de identidad que afectan tanto a la autoimagen de las mujeres (moda, hábitos y roles sociales, etc.) como a su representación en las imágenes artísticas.

Tomando por tanto el marco sociocultural y la cultura del mercado como bases económicas e ideológicas, y la civilización de la imagen como contexto semióticoestético, nuestra investigación pretende desentrañar las influencias de las imágenes publicitarias sobre la mujer en su representación en las imágenes artísticas, localizar, identificar, caracterizar y evaluar los estereotipos femeninos y en sentido concreto, cómo desde el arte se desarrollan y devuelven a la sociedad estereotipos que son a su vez reinterpretados por la industria de consumo. Pretendemos además desarrollar mediante un proyecto artístico una crítica de la representación estereotipada de lo femenino.
Adriana Suárez Medina

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