Vótame

Resulta que en el Certamen de Pintura Tenerife - Arte Siglo XXI el público podía votar a su obra favorita, concediendo a la más puntuada un premio.
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Cuando se me hizo entrega del accésit, el organizador, José Francisco Morales, además de presentarme como un buen pintor pese a mi juventud –cosa que siempre me sorprende, como si la juventud estuviese reñida con la competencia y la calidad–, indicó que estuve a punto de ganar el premio del público. En su lugar, ganó un tipo –que con su actitud parecía no dudar que así sería– con un cuadro extraordinariamente espantoso –según mi criterio–.
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Puede que me aventurase demasiado rápido a conjeturar que dicho tipo avisó a todos sus amigos y contactos, para que acudiesen a la exposición y lo apoyasen. De ahí, el recuento final –o puede que el público de hoy tenga un gusto terriblemente hortera; pero me decanto más por la primera explicación, porque tengo fe en la estética universal–. Eso me hizo pensar en toda esa gente que me ha enviado emails y mensajes para que vaya corriendo a votar sus proyectos, fuesen cuales fuesen, sin interesarse siquiera en mi opinión sobre lo que iba a defender, preocupados únicamente por percibir el premio.
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Yo, siempre abogo por la libertad. Informé a mis conocidos y familiares sobre la posibilidad de votar al cuadro que más les gustase. Les animé a que así lo hiciesen, pero nunca les pedí que me diesen a mí el voto, incluso, si podía, evitaba decirles cuáles eran mis obras –no estaban acompañadas del nombre de su autor–. De ganar semejante distinción, deseaba que fuese de una forma limpia, justa. Y al parecer, casi lo consigo.

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